Hoy quiero tratar un tema que considero muy importante: el poner quejas cuando el servicio sanitario que hemos recibido ha sido malo y, por el contrario, escribir un agradecimiento cuando hemos quedado satisfechos. Por desgracia es demasiado frecuente que a las mujeres no se nos respete en el sistema sanitario, situación que se dispara durante el parto. Como en todas las profesiones, hay personal médico altamente émpatico y profesional y otros que no tanto, pero en el área obstétrica muchas veces los mismos protocolos suponen una vejación y un trato irrespetuoso a las mujeres.
Creo que es una obligación moral el poner una queja por escrito cuando nos hemos sentido ninguneadas en el parto, cuando nos han aplicado intervenciones innecesárias, cuando hemos sufrido violencia obstétrica o cuando un pediatra se ha cargado nuestra lactancia. Entiendo que no estamos acostumbradas a quejarnos y nos cuesta, y también que a veces la experiencia ha sido tan mala que preferimos “no remover más el tema”, ya que poner lo que nos pasó y cómo nos trataron por escrito puede ser muy doloroso.
Muchas mujeres ponen una reclamación para lograr avanzar en la sanación o para “cerrar” el asunto al menos quedándose con la sensación de haber dicho lo que necesitaban. Si has pasado por una mala experiencia en el parto o el post-parto te recomiendo que te des un tiempo para estar más calmada, poder digerir lo que te ha pasado y así poder escribir la nota con la perspectiva que da el tiempo. Pero en cualquier caso es necesario quejarse para evitar en la medida de lo posible que a otras mujeres les suceda lo mismo que nos ha ocurrido a nosotras. En muchas ocasiones son las quejas de las usuarias las que han hecho cambiar protocolos.
Igualmente creo que es muy necesario reconocer el trabajo bien hecho de las personas que nos han atendido cuando estamos satisfechas con el trato. En los hospitales públicos hay muchas matronas que luchan cada día por cambiar las cosas desde dentro y que se encuentran con muchos obstáculos y con la prepotencia de ginecólogos “de la vieja escuela” que no les dejan realizar bien su trabajo. Matronas que intentan respetar los ritmos de la mujer al parir mientras a ella le meten prisa porque el parto que atiende se prolonga demasiado, matronas que procuran realizar los menos tactos posibles y librar a la mujer de otras intervenciones, matronas que mantienen las luces de la sala en penumbra para que la mujer pueda parir tranquila, y que son ninguneadas y oprimidas en su entorno laboral. Asimismo hay pediatras y enfermeras que se han formado en lactancia por su cuenta y que realmente pueden salvar lactancias. Cuando nos encontramos con estos casos creo que es necesario escribir dos notas de agradecimiento: una personal para ellos y otra para el jefe del departamento o el hospital donde trabajan para que se valore el esfuerzo realizado.
Aunque sea polémico, igual que en el caso de las quejas, recomiendo esperar un tiempo prudencial a escribir los agradecimientos. Muchas veces salimos del parto “oxitocínicas” y con una buena impresión y es sólo más tarde, cuando lo analizamos con detenimiento, cuando nos damos cuenta de que nos han hecho intervenciones que no eran necesarias y que estamos agradecidas porque “nos han salvado” de una situación que no se hubiera creado al no aplicar dichas intervenciones. Una vez hemos “reposado” la experiencia no nos debemos olvidar de agradecer el trato empático, profesional y agradable que hayamos recibido.
Un ejemplo de una queja que cambió un protocolo
Hace unas semanas en el blog háblame bajito, su autora colgó un ejemplo de una respuesta satisfactoria a una queja. Os pongo las cartas más abajo, primero su carta de reclamación, que entregó tanto en el hospital como en el Colegio de Médicos de su comunidad. Después la respuesta que obtuvo del centro y por tercero la carta de agradecimiento final.
Lo que sucedió fue que ella acudia a hacer la prueba del estreptococo, pero dejó claro que no quería hacerse ningún tacto. La ginecóloga le hizo el tacto sin su permiso y a pesar de que expresó su negativa muchas veces. Para mí eso no es sólo violencia obstétrica, sino además un abuso sexual. Leedlo vosotros mismos:
Carta de reclamación
Muy señores míos:
Les escribo la presente para hacerles constar lo sucedido en la consulta de tocología de la Dra. XXXXXXXX el pasado 17 de septiembre de 2013, y que sirva así mismo como reclamación formal.
Tras haberme concedido a mí misma un final de embarazo tranquilo y un inicio de segunda maternidad sin más preocupaciones que concentrarme en mis hijos, empiezo ahora los trámites por la reclamación de un suceso que pondré en conocimiento de todos los organismos que estime oportunos.
El pasado año 2013 cursé el seguimiento de rutina durante mi embarazo en su hospital. He de mencionar, como precedente, que nunca se me informó de manera verbal ni escrita de muchas de las pruebas protocolarias, como son las exploraciones, el test de O’Sullivan o el estreptococo, por ejemplo (que se practican muchas veces bajo un imperativo cordial y rutinario y no ofreciéndolas como una opción), de forma que, en mi pretensión de llevar este embarazo de un modo más consciente y participativo que el primero, esta información la localicé de manera autónoma a través de organismos fiables (como la OMS, FAME o EPEN) para poder decidir en base a esa información.
En la primera cita de control, tras completar mi historia, la Dra. XXXXXXX me dio una instrucción rutinaria: “Pasa para dentro y desnúdate de cintura para abajo, que vamos a hacerte la exploración.” Le respondí con una negativa, ya que una de las cuestiones que tenía más que decididas es que no querría exploraciones durante el embarazo. Así se lo comuniqué. Se mostró sorprendida, quizás un poco “guasona” al preguntarme “por quién están desaconsejadas las exploraciones durante el embarazo” (como si me lo hubiera recomendado alguna mística curandera que, aunque no, daría igual si así hubiera sido), pero desde luego respetó mi decisión.
En la fecha antes mencionada, el 17 de septiembre, me di cita en la consulta de tocología a la cual, por cierto, hube de acudir con mi hijo de 3 años. Era la visita de las 36 semanas: la última que tendría lugar en sus instalaciones antes de trasladar el expediente al Hospital de Cabueñes. Yo ya sabía que a esa visita correspondía la prueba del estreptococo y, al igual que en todas las demás pruebas, me informé sobre ello y decidí que sí quería conocer el resultado para, en caso de ser positiva, decidir también sobre la administración de antibiótico durante el parto. En la consulta la Dra. XXXXXX me indicó que, “en teoría”, me tocaba la prueba del estreptococo. Imagino que su particular indicación fue así porque recordaba de las consultas anteriores que yo no quería que se me practicaran exploraciones aunque, evidentemente, coger una muestra de la boca de la vagina y el ano es muy distinto a hacer una exploración. De todas formas, le comuniqué que sí quería hacerme esa prueba y, mientras mi hijo jugaba con un lápiz sentado en una silla de la consulta, yo me desvestí y me coloqué en posición de litotomía en el potro. Con la enfermera situada a mi izquierda, la Dra. XXXXXXX vino con los dos bastones de muestras, las recogió, las guardó y, acto seguido, introdujo sus dedos en mi vagina. Me incorporé cuanto pude de un salto en el potro, al grito –y digo grito- de “¡Eh, eh! ¡Exploración no! ¡Exploración no!”, cuya respuesta por parte de la doctora fue penetrar más hondo con los dedos, reírse y contestarme: “Pero no te preocupes, mujer, si esto es un momento. Ya verás que rápido”. Retiró los dedos y dijo “¿Lo ves? Ya estás explorada. ¿A que no ha sido para tanto? No tienes el cuello del útero modificado.”. Dato, por cierto, que no necesitaba saber en absoluto. Sonriéndome, se dio el lujo de añadir: “Y tranquila, mujer, que no te “revolví” nada”. Aquí me permito anotar que “revolver” es el nombre que en Asturias se le da de manera ‘coloquial’ a la maniobra de Hamilton.
Mi reacción fue mirar a mi hijo, que esperaba sentado con su lápiz, mirar a la enfermera, en cuya expresión facial me pareció apreciar que se daba cuenta de la gravedad de la situación, y guardar silencio hasta llegar al coche, donde rompí a llorar.
Dejando de lado mis apreciaciones personales, como que la Dra. XXXXXXX empleó un tono socarrón y clarísimamente burlón, les escribo por la gravedad del hecho objetivo en sí: no solo no me informó convenientemente de las pruebas exploratorias, como es deber de todos los profesionales sanitarios, y no solo conocía mi negativa a hacérmelas, sino que diciéndole, EXPRESAMENTE Y DURANTE ella, que parase, terminó de hacer su dichosa exploración en contra de mi manifiesta voluntad. Esto, señores, coincidirán conmigo en que es MUY grave.
A saber, además de que es una prueba obsoleta, desaconsejada por la OMS, desaconsejada por la FAME en la Iniciativa para el Parto Normal y desaconsejada por el Ministerio de Sanidad en la Estrategia Nacional de Salud Sexual y Reproductiva, su actuación atenta claramente contra:
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La ley 41/2002 de 14 de noviembre, básica reguladora de autonomía del paciente.
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La Ley 14/1986, General de Sanidad.
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Los Estatutos del Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Asturias, Artículo 5º: funciones (especialmente apartados d) y k)).
En este mismo estatuto, viene recogido en el artículo 66º, apartado c), que es falta MUY GRAVE “El atentado contra la vida humana y otros derechos fundamentales del individuo con ocasión del ejercicio profesional”.
Así mismo, según el Código Penal su actuación tiene cabida en los Artículos 181 a 183, especialmente en el apartado 181.4.
Con este trámite, lo que busco y pretendo es una respuesta lógica y satisfactoria por parte del hospital y del servicio de ginecología, que considero deberían replantearse concienzudamente su atención durante el embarazo y sus actuaciones protocolarias, especialmente atendiendo a que, según dicen en varios colectivos de madres, no es la primera vez que se da un suceso de este tipo en sus instalaciones, aunque parece que pocas veces, si no ninguna, se cursa una reclamación. Y, desde luego, espero una disculpa escrita por parte de la Dra. XXXXXXXXXX, reconociendo su mala actuación, y un compromiso serio, por parte de ella y de la institución, de que esto no volverá a suceder.
Atentamente, esperando su respuesta:
Jessica Gómez
Esta es la carta de respuesta que obtuvo desde el hospital.

Y por último la carta de agradecimiento de la autora al hospital:
Estimado Sr. San Miguel:
Le escribo la presente, con más demora de la que me habría gustado, en respuesta a su carta con referencia a la reclamación interpuesta por mi persona sobre y contra la actuación de la Dra. XXXXXXXX.
Solo quería hacerle llegar mi sincero agradecimiento por su contestación, tanto por la prontitud de su actuación como por su resolución.
Tal vez no lo sepa, Sr. San Miguel, pero la actuación de su Hospital, su equipo y, por supuesto, de usted mismo, representa un gran hito en el avance de los derechos de la mujer embarazada en este país, dado que es la primera vez de que se tiene constancia escrita de que un hospital, en un asunto de violencia obstétrica, huye del corporativismo y reconoce el derecho y el argumento de la mujer. Espero, sinceramente, que sirva de precedente y ejemplo para todo el espectro médico.
Como bien dice usted, existen situaciones que no deberían repetirse bajo ninguna circunstancia, en ningún lugar, y la vulneración de los derechos fundamentales es una de esas situaciones. La labor de los buenos profesionales debe ser reconocida, y ello solo puede ocurrir si todos, profesionales y usuarios/as, trabajamos por denunciar, evidenciar y penalizar las malas prácticas.
Le agradecería enormemente que me mantuviera al corriente de la evolución y/o resolución del expediente disciplinario.
Y, de nuevo, déjeme agradecerle sinceramente su respuesta. Ha sido impecable.
Reciba mi más cordial saludo,
Jessica Gómez
Queda poco que decir. La doctora fue expedientada y esta mujer, gracias a su acción, ha conseguido que se propicie una discusión sobre un protocolo obsoleto, se ha expedientado a una persona que ha inflingido violencia obstétrica y seguramente le ha ahorrado una mala experiencia a muchas otras mujeres. Si muchas más mujeres hiciéramos uso de estas herramientas, al sistema sanitario no le quedaría más remedio que escucharnos.
Es por ello que quiero agradecer a Jessica Gómez no sólo el que me haya cedido estas cartas para la entrada de hoy, sino que haya tomado la acción de escribirlas.